lunes, 12 de marzo de 2012

11 de Marzo. Barranco Cazadores-Navachica-Cielo-Barranco Cazadores



Bernardo Cortés, Sebastián Martínez,Mariella Floris, Asger Noes Mundbjerg,Rodrigo Nogués, Jose Antonio Gómez, Rocío Cañas, Carlos Castillo, Antonio Platero, Francisco Iranzo y Francisco Iranzo Escobar.

11-03-2012. NAVACHICA-CIELO

Llegamos al Pinarillo poco antes de las 7:00 h en vehículos todoterreno, bueno, un todoterreno, una C15 con solera y una moto. Esta excursión se había calificado de “difícil”. Reunidos en el punto donde comenzamos a andar, nuestro guía señaló que intentaríamos llevar un ritmo rápido y nos recordó la dificultad de la ruta escogida. Siendo todavía de noche se hizo necesario el uso de linternas y frontales de los que todos disponíamos. 

































Nos amaneció mientras ascendíamos por el Barranco Cazadores escuchando el canto del Búho Real. A quienes han seguido otras veces este camino sorprendió la rapidez con que llegamos a las Minas del Tajo y de la Furia. De vez en cuando se divisaban cuevas en la pared que quedaba a nuestra derecha. 









Nos desviamos a la izquierda para tomar la ruta del Tajo del Almendrón y tras un breve descanso para beber agua y reponer fuerzas y continuamos dejando a nuestra  izquierda el Tajo del Almendrón y a la derecha el Nido del Buitre, por donde subimos en dirección a los Tajos del Sol. Esta era una parada obligada, tanto para un (siempre breve) descanso como para contemplar los vertiginosos precipicios abiertos en la cuenca del río Chíllar, con sus paredes verticales, con un desnivel que puede alcanzar los 1000 m. Al fondo pudimos divisar El Cisne, Piedra Sillada y abajo el valle del Chillar a su paso por las proximidades del cortijo que da nombre a nuestro club, el Cortijo del Imán. Más abajo existen dos bocas de minas abandonadas: la Mina de la Cruz y la Mina de Buena Fe, declaradas en los años 60. En ellas se explotaba la tremolita, que todavía podemos apreciar disperso por la zona, formando los característicos agregados radiales de cristales fibrosos. Se hicieron algunas fotos y nadie se quedó sin asomarse, al menos tímidamente al precipicio.














Partimos de nuevo en busca de una cueva conocida por pocos donde se puede encontrar agua durante todo el año, dato importante para aquellos temerarios que se aventuran por estas sierras con poco líquido pues, aun a riesgo de ingerir algo más que agua, es bebible y puede salvarte en un trance. 




Esta cueva o mina era, además, un antiguo campamento del Maquis, la guerrilla antifranquista que actuó durante dos décadas en España. Y en este punto, dejando atrás (o más bien muuuuy abajo) la cueva, se iniciaba el tramo más emocionante y peligroso de la excursión: una pared de más de 20 metros que había que escalar, así “a lo vivo”, sin cuerda ni arnés, pero ya estábamos avisados, nadie podía echarse atrás, aunque la verdad es que no hubo dudas ni vacilación. En cabeza, nuestro guía iba señalando al de debajo dónde poner pies y manos y los mejores agarres. Durante la escalada se iba escapando alguna risita nerviosa, acompañada de gordas gotas de sudor (¿calor o puro miedo?) y hubo hasta algún atrevido capaz de hacer alguna foto, eso sí, siempre mirando hacia arriba. Poco a poco fuimos superando los metros de roca hasta llegar a la planicie. Hasta abrazos hubo, todos henchidos de satisfacción por haberlo conseguido. 




Nos sorprendió que en la planicie hubiese fina arena que bien podría haber servido de colchón para una toalla playera (¡el Caribe de la montaña!). Y eso hubiésemos querido más de uno, recostarnos allí un ratito, tomando el sol a pierna suelta…Pero no había tiempo que perder. Seguimos con nuestro trepidante ritmo ya con un más que claro y visible objetivo: Navachica. 








Ya en su cima unos se arrancaron a devorar sus víveres, sentados entre las rocas, otros directamente tocaron el suelo todo lo largos que eran y otros se arriesgaron a inspeccionar los alrededores, so pena de no tener tiempo para un bocado. Sobra hablar de la espectacularidad de las vistas. Navachica es una elevación que se alza en medio de una zona prácticamente llana. Su suelo es rico en arena oscura. En la cima encontramos el vértice geodésico, que marca 1.832 m de altitud. Desde aquí podemos admirar una impresionante vista que en días claros como el que tuvimos nos permitirá reconocer la Depresión de Granada, con el Embalse de los Bermejales, el Cerro Cabañeros y al fondo, Sierra Nevada. Hacia el este podemos contemplar la Sierra de Cázulas, estribaciones granadinas de la Sierra de Almijara. Hacia el sur se advierte gran parte de la Axarquía, el Mar de Alborán y, en días claros, sobre el horizonte se ve alzar las moles del Atlas marroquí. 


Tras el merecido descanso y las fotos continuamos bajando por las Lomas de la Atalaya. Afrontamos una subida por el Cerro del Barranco del Pino, donde los esfuerzos del día empezaron a hacerse notar, sucediéndose los calambres y tirones entre los compañeros. Superados estos con caramelos de gominola, masajitos e ibuprofeno, continuamos caminando envueltos en ocasiones por el olor de la Mejorana, planta con propiedades medicinales, cuyo aroma recuerda al pino y a los cítricos.

Un nuevo descenso nos llevó al Puerto de la Orza y desde allí subimos al Alto de la Cuesta del Espartal. Ante nosotros, casi de improviso, se alzaba un bosque que fue pasto de las llamas el pasado mes septiembre.
Todos comentamos lo desolador del paisaje y la profunda tristeza que provoca en los que amamos la sierra. 























Y por fin llegamos a la Cuesta del Cielo. A las 13.30 h su cima estaba repleta de gente, por lo que decidimos no detenernos demasiado y descansar más abajo. Iniciamos el descenso, como en una excursión anterior, por el sendero de la Media Luna, esta vez acertando el camino, bajando por el Barranco de la Higuera hasta el Barranco Cazadores, de nuevo, y de ahí hasta el Pinarillo (llegada a las 15.00 h), donde habíamos dejado los coches.
Terminamos la jornada celebrando nuestro magnífico día brindando con refrescantes y reconstituyentes bebidas en la Cueva de Nerja. A pesar del cansancio no podíamos hablar de otra cosa que no fuese las próximas excursiones, con un entusiasmo que a nadie haría pensar los kilómetros que habíamos recorrido y su dificultad.
Tal es el embrujo de esta sierra.
¡Compañeros, nos vemos en la próxima!
Crónica: Rocío Cañas




1 comentario:

  1. Muy buena crónica, leyéndola es como si hubiera participado, que bien!!! a partir de ahora cuelgo las botas y solo me dedico a leer estos fabulosos relatos...jejeje. Saludos

    ResponderEliminar